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Trump-Papa

Puño en Alto
 

Curioso y llamativo. Nos tienen acostumbrados a que a la mínima, con la excusa del respeto a sus símbolos religiosos, los cristianos católicos apostólicos y romanos monten en cólera contra quiénes osen a poner en duda sus principios religiosos o hagan supuestas mofa contra sus símbolos. Pero esta vez no. Ni siquiera esa asociación ultra de abogados cristianos de gatillo fácil a la hora de presentar querellas a diestro y siniestro contra quiénes se atrevan a poner en solfa los símbolos cristianos ha dicho nada, ni tampoco la Iglesia en su conjunto, ni mucho menos la Conferencia Episcopal patria. 

 

Días después de asistir con formas y modos irrespetuosos (nada nuevo) al sepelio del Papa en Roma, sin que los que se rasgan las vestiduras se lo reproche, Trump colgó en su red social (Truth Social) una imagen en la que aparece vestido de Papa, levantando un dedo a modo de admonición (advertencia). La imagen fue difundida por la cuenta oficial de la Casa Blanca en X, como no.

 

Se pueden imaginar el escándalo político que se crearía si el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o cualquier otro mandatario de la izquierda, apareciese ataviado de Papa en la redes sociales.  Es imposible imaginarlo. Esa imposibilidad de visualizarlo resume el cambio que está viviendo el mundo. Los abogados ultras apretarían rápido y veloz el gatillo de las querellas. Y los políticos de la derecha exigirían dimisión de todo “Cristo”. Pero no, pelillos a la mar, cosas del emperador yankee pelirrojo.

Si aquí se compara la Semana Santa o cualquier otra manifestación de fe religiosa como un performance hipócrita de una fe de temporada te cae la de “Dios”, pero si lo hace el Presidente de EEUU hay que callar y comerse el sapo en silencio como si de una hostia redentora se tratase.

Pero además de la burla y el troleo sin parangón, la imagen recoge una advertencia a los cardenales del Cónclave: debéis elegir bien, de lo contrario la fuente financiera norteamericana que recibe la Iglesia Católica -que va disminuyendo paulatinamente- se puede cerrar definitivamente, en unos tiempos en que  las finanzas de la Iglesia no pasan por buenos momentos. El mensaje es claro: si no se obedece, menos dinero, tensión y burlas. Eso es lo que dice el dedo admonitorio de Trump.

Estados Unidos se está volcando e injeriendo en el cónclave cardenalicio de Roma. Quiere influir, acotar y controlar su posible influencia. Ante el eclipse de la Organización de las Naciones Unidas y las diversas organizaciones de carácter internacional, la Iglesia católica aparece hoy como de las últimas realidades de una supuesta referencia internacional que conviene controlar, y el nuevo grupo dirigente estadounidense quiere tener esa referencia bajo control. 

La tradicional línea divisoria entre progresistas y conservadores entre los prebostes católicos ya se ha quedado vieja. Ahora se trata entre consentidores y no consentidores con el nuevo orden mundial que quiere imponer Trump.

La pregunta es inmediata ¿por qué y para qué? 

La respuesta es tan inmediata que no haría falta transcribirla ni desarrollarla. Pero si cabe alguna duda: Apoyo mutuo o beligerancia. Apoyo o sumisión para lo que están haciendo con los más vulnerables dentro de EEUU y también lo que están permitiendo en distintas zonas del mundo y, más que nada para lo que pretenden próximamente hacer, algo que debe estremecer a creyentes y no creyentes. Beligerancia si se atreven a discutir las medidas o condenarlas.

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